El mérito de luchar hasta el final

Como la semana pasada, nos aguarda una de esas añejas tardes de transistor que parecían guardadas en el menospreciado cajón del fútbol romántico. Lo mismo sucede con la ilusión del aficionado del Espanyol. Después de tanto luchar por eludir el descenso, o en su defecto de deambular durante un cuarto de la Liga en una zona de confort próxima a la mediocridad, esta temporada ha desempolvado esa parte del corazón en la que habitan los sueños. Llegar a la última jornada con opciones (aunque remotas, eso para el caso da igual) de acceder a Europa forma parte del mérito enorme de un equipo que se ha querido reivindicar, que ha regalado en este tramo final a su gente lo que una mala noche de marzo le negó en la Copa. La alegría de vivir.

No piensa la plantilla en otra cosa que no sea ganar en Vigo, ante un Celta que —ya sin opciones matemáticas de ocupar la séptima plaza— se juega una despedida dulce de Balaídos, sabedor de que a veces el último partido pesa más durante el verano en la memoria del hincha que parte de las peripecias anteriores. Y después, pondrán una vela los pericos para que se dé esa rocambolesca carambola que les llevaría al éxtasis: derrota del Athletic, victoria del Rayo y empate o derrota del Málaga. Como vela pondrán también para que no se vaya Sergio García, para que renueve Perarnau, para que la plantilla no se desmorone. Pero eso ya llegará. Hoy es la tarde de la ilusión, del agradecimiento por hacer que la gente se sienta viva hasta el final.