Dos vidas paralelas

Pasiones. Desde sus inicios, con esa cara de adolescente que no había roto ni un plato, ha sido así. Fernando Alonso ha levantado pasiones, negativas y positivas. Ha dividido a España, luego a Inglaterra con McLaren y más tarde a Italia con Ferrari (y seguramente al mundo entero) entre alonsistas y antialonsistas. Y ahora estos últimos se regodean con el triunfo de Sebastian Vettel con Ferrari y el particular vía crucis que sufre el español en su regreso a McLaren.

Ferrari. ¡Qué fácil es criticar a tiempo pasado! Pero a ver quién es el valiente que el pasado 23 de noviembre, cuando terminó el Mundial 2014 con uno de los peores coches construidos por Ferrari que sólo fue capaz de sumar dos podios en la peor temporada de la escudería en 20 años, iba a pronosticar una victoria con todas las de la ley de Il Cavallino en Malaisia. NADIE. Ni ellos mismos. Ni su nuevo jefe, Maurizio Arrivabene, quien va a tener que correr descalzo por las montañas italianas porque durante los test de Barcelona dijo: “Ganar dos carreras (en 2015) estaría genial. Tres sería perfecto. Cuatro y corro 100 kilómetros descalzo por las colinas de Maranello”. Pues que se vaya preparando porque ya no parece tan descabellado.

Victoria. Alonso se fue de Ferrari buscando ganar y Vettel abandonó Red Bull con el mismo objetivo: volver a la senda de la victoria. Y en ambos casos, ambas soluciones planteaban muchas dudas. En ambos casos, ambos eran proyectos a largo plazo... O eso se suponía, porque Ferrari se ha convertido, contra todo pronóstico y toda bola de cristal, en la sorpresa de la temporada.

Bahrain 2010. Y ya que vamos a comparar (porque aunque se diga que las comparaciones son odiosas, en muchos casos son inevitables), comparemos bien. Porque mientras escuchaba la emotiva conversación de radio de Vettel con el equipo, cuando le veía las lágrimas y la emoción en lo más alto del podio, yo no podía dejar de pensar en Bahrain 2010. Siempre será una de mis carreras preferidas, uno de mis momentos más especiales en la Fórmula 1, quizá el que más. Por lo que supuso, por lo que nos hizo soñar, por la emoción que aún siento cuando recuerdo a ese piloto que no cabía en sí blandiendo las banderas española e italiana. Porque Alonso, no nos olvidemos, llegó a Ferrari y ganó su primera carrera con la Scuderia, devolviendo a un país (en realidad, a dos) la ilusión por la F-1. Nos hizo soñar con el Mundial desde el primer día. Ese campeonato que rozó y que una estrategia suicida le arrebató para dárselo al que se convertiría en su archienemigo, Vettel.

Sebastian Vettel. El mismo que ganó luego otros tres mundiales siempre con Fernando como máximo rival. El mismo que se fue de Red Bull porque dejó de ganar. El mismo que el domingo, en su segunda carrera con la escuadra transalpina, gritaba en italiano “grazie, grazie mille ragazzi. Forza Ferrari”, palabras similares a las que pronunció Alonso aquel 14 de marzo de 2010 en Bahrain. Porque que a nadie se le olvide que Fernando llegó a Ferrari ganando, lleno de ilusión, la misma que ahora tiene Vettel.