La luz que va delante no alumbra siempre

Decía el famoso (famoso para los veteranos) entrenador Hernández Coronado que, en el fútbol y en la vida, la luz que va delante es la que alumbra.

Puede ser. Pero no siempre sucede así. Al Atlético de Madrid lo alumbró el miércoles la luz de Fernando Torres, El Niño, que inició el marcador de un encuentro que al final ganó el Barça por 2-3. Los presagios eran excelentes y rojiblancos, y el Barça se aprestó al tormento con la dignidad herida. Ya está otra vez la fiesta, quizá diría Luis Enrique.

Pero el fútbol actúa, como decía Fernando Arrabal hablando del movimiento Pánico, “a golpes de teatro”. La alegría se trastocó en comedia bufa (arbitral) y en tragedia cómica (la bota de Turán), hasta que estalló la guerra chiquita en que a veces se convierten los partidos. En medio, el Cholo Simeone, que es el objeto de mi preocupación de hoy. Luego lo cuento.

Fue un partido lleno de incidentes, algunos azarosos (un gol del Barça nació de una falta, no asumida por el colegiado, del Barça). En este punto muchos aficionados atléticos me han afeado ser del Barça porque mi equipo cometió tal desafuero: marcar desde una falta propia. Bueno, les he dicho, son los azares del fútbol. No todo está programado en la vida, y en el fútbol, precisamente, no está programada sino la hora del inicio de los encuentros y los prolegómenos pacíficos que siempre dan paso al espectáculo. De resto, todo es ruido y furia, que diría William Faulkner.

El determinismo futbolístico podría ser una ciencia, pero en fútbol no es ciencia ni el linimento. Por ejemplo, si hubiera ciencia, ¿qué pensarían los científicos del fútbol del baremo en virtud del cual Cristiano Ronaldo estará libre de cargas futbolísticas tan solo dos partidos, por una acción que, según algunos otros teóricos, alguien del Córdoba, por ejemplo, estaría penando mucho más?

No, no hay ciencia en el fútbol, ni en casi nada, excepto en lo que verdaderamente importa: si no hubiera ciencia, qué sería de nuestra salud, por ejemplo, o de los viajes a la Luna. No hay ciencia, pues, sino azar, y eso es lo hermoso del fútbol.

Ese gol de Fernando Torres fue la luz que iba delante, pero luego vinieron otras luces. Neymar, ya lo hemos dicho, es una luz que el Barça tenía en la recámara y ahora está disparando su pólvora a mansalva; es un muchacho, de modo que se pone contento, y ese contento daña a sus compañeros de patio, en este caso los aficionados del Atlético.

Ese contento, y la reacción atlética, además de otras circunstancias, convirtieron el partido en batallita peligrosa. Y aquí viene mi reflexión sobre el Cholo Simeone: ¿qué hace un entrenador como él jaleando las bajas pasiones de los aficionados de su equipo, aplaudiendo las expulsiones de los suyos, etcétera? Hace comedia, claro, pero a veces la comedia pisa en la raya de la tragedia. Cuidado, Cholo.