Tal día como hoy hace ya un año, al igual que ahora, estaba pasando yo unos días de vacaciones después de acabar la temporada de competiciones y coincidiendo con la Navidad. Sonó el teléfono y no podía creer que el destino llegara a ser tan cruel. Un piloto que se había jugado la vida durante años al volante de un Fórmula 1 la veía entonces peligrar por un accidente de esquí, que no debía haber revestido mayor importancia. La fatalidad acecha donde menos lo esperamos y Michael Schumacher ha sido otra víctima de una evidencia que no distingue entre ricos y pobres, famosos y anónimos, jóvenes y ancianos… Tras muchas incertidumbres y meses de desasosiego, pasó lo peor y el gran campeón alemán volvió, en cierto modo, a la vida.

No fue la mejor de las noticias su despertar porque lo que todos esperábamos era una recuperación completa, aunque ya sabíamos que sólo un milagro podría producirla. Los especialistas nos habían contado que el paso del tiempo jugaba en contra de Schumi, que cada día en ese estado de coma suponía una posibilidad menos de que volviera a ser el de antes. Pero al menos su evolución abría una puerta a la esperanza, permitía contemplar la posibilidad de que un luchador como él no iba a rendirse y quizá algún día la situación fuera mucho más favorable. Schumacher está en buenas manos, su situación económica le permite disfrutar de los mejores medios para buscar ese milagro del que hablan los médicos. Es joven y la ciencia avanza, no perdamos la fe…