MotoGP promueve la igualdad mecánica

Días atrás, una persona con conocimientos muy sólidos sobre la Fórmula 1 me resumía con claridad y sencillez el problema actual de la categoría reina del automovilismo: un piloto excepcional puede aportar apenas medio segundo por vuelta sobre otro que no lo es, mientras que la diferencia entre el mejor coche de la parrilla y el peor llega a más de tres segundos como promedio. Es decir, que el factor humano se encuentra más relegado que nunca en esta especialidad, además de que la brecha entre equipos pobres y ricos resulta ahora insalvable. Por supuesto que en la competición es habitual que se produzcan este tipo de circunstancias, pero superando determinados límites la emoción, el espectáculo y el propio sentido del deporte se deterioran peligrosamente.

Me hago esta reflexión porque en el Mundial de motos andan trabajando en un nuevo reglamento para la clase grande que será revolucionario a partir de 2016. Y lo que pretende la normativa actualizada de MotoGP es precisamente eso, minimizar en la medida de lo posible la distancia entre las mejores máquinas y las demás, contener el gasto (uno de los principales caballos de batalla en los deportes del motor en los últimos tiempos) y democratizar, por decirlo de algún modo, la tecnología. No se trata de crear una copa monomarca, no tendría sentido refiriéndonos a la máxima expresión deportiva del motociclismo. Pero sí me parece un acierto homogeneizar algunos parámetros claves que eviten que una única moto imponga su hegemonía de forma aplastante. El intento está en marcha, el tiempo dirá si las ideas propuestas surten el efecto deseado.