Alonso-Ferrari, colorín colorado

No fue bonito ni siquiera mientras duró. El idilio si acaso duró un día. El primero. Era el 14 de marzo de 2010. Alonso ganaba en Bahrain; Massa, su escudero, era segundo. Los Ferrari iban como un tiro. Hamilton y Vettel quedaban a medio minuto. Primera carrera de Alonso con Ferrari, primera victoria. Nadie podía imaginar que luego no llegarían más que otras diez... ¡en cinco años! Menos de las que había conseguido en Renault. Han sido muchas las frustraciones. Alonso, como mejor piloto del mundo, y Ferrari, como la mejor escudería, estaban condenados a entenderse para iniciar una hegemonía de leyenda, pero la realidad nos ha desmitificado la importancia que tiene el piloto en la Fórmula 1 actual.

Button, campeón en 2009, lleva dos años sin ganar una sola carrera. Vettel ha pasado de trece victorias el año pasado a cero. Hamilton es todo lo contrario, de una a diez. Su compañero Rosberg ha ganado este año más carreras que en los ocho anteriores. ¿Qué sucede? Sencillamente, que todo depende del coche con el que se encuentren. Button disfrutó del doble difusor de Brawn-Mercedes; Vettel, de la aerodinámica de los Red Bull; Hamilton y Rosberg, de la nueva mecánica Mercedes... Todos tuvieron, o tienen, un coche ganador en su momento. Alonso lo quiere, y por eso se va de Ferrari. Pero ese coche ganador también lo quieren todos. Alonso conserva el privilegio de encontrarse entre ellos. Es cuestión de acertar.