La brecha entre ricos y pobres

La crisis que sufre la Fórmula 1 es la misma que la financiera mundial, idéntica a la del resto de la sociedad, diría. Y con consecuencias equiparables. Día a día tomamos conciencia de que los ricos son cada vez más ricos y los pobres, más pobres. Una brecha que seguramente propicie el propio sistema. Así lo creo al menos en el caso del automovilismo. No estoy de acuerdo con la teoría de Tony Fernandes, entre algunos otros, de que los grandes equipos sean los principales culpables de la situación. Las diferencias de clases siempre han existido en esta competición, lo que ocurre es que ahora son más alarmantes por una coyuntura tan poco propicia y porque nadie, léase Bernie Ecclestone, ha tenido interés real en neutralizar sus efectos antes de que fuera tarde.

Mercedes, Ferrari, Red Bull o McLaren están legitimados para emplear todos los recursos y esfuerzos a su alcance para perseguir sus objetivos. Obviamente que para ellos capear el temporal resulta más sencillo, entre otras cosas porque los resultados avalan sus proyectos. Los modestos necesitan apoyo, una ayuda extraordinaria en una simple operación de solidaridad por el bien común. Pero ese soporte económico no debe venir de sus rivales, que bastante tienen con lo suyo. Las goteras del local las arregla el propietario del bar, no los parroquianos que van a tomarse un café. El cisma se produce cuando prevalecen los intereses del promotor, abandonando a las escuderías a su suerte, algo terrible para las más débiles en estos tiempos convulsos.