Leo y un grupo de amigos

Se trataba de resolver una sola duda y de apuntalar la certeza. La certeza es que Messi ha conseguido crear a su alrededor el ambiente del campito, de modo que se va al césped con un grupo de amigos, se divierte y luego se dedica a hacer que los demás se diviertan también. Es espléndido este muchacho, que ya lleva el signo de los veteranos: maestría y compañerismo para explicar a los más jóvenes que (por ejemplo) no hay que hacer lo que hizo Munir en la segunda parte, cuando dejó a Pedro esperando el pase.

Messi puede driblar hasta la extenuación (de los defensas), pero en un momento preciso se acuerda de los demás, pasa y establece la diferencia entre lo mediocre del fútbol y lo excelso del juego.

En esa partida de amigos que ha redondeado están Neymar e Iniesta; el primero ha conseguido seguir a Messi hasta en su manera de celebrar los goles. E Iniesta demostró, en esa primera parte de exhibición, que es capaz de hacer que su recuerdo de los mejores tiempos sea también la evidencia de ayer mismo.

La segunda parte sometió a esos genios al recreo. Y el Barça tembló. Hasta que el Ajax no marcó su gol el equipo actuó como si todo fuera un purgatorio después de la gloria. Pero mostró sus dientes el infierno. Sandro salvó al equipo de la agonía final. Pero, uf, cuánto se echó de menos a Messi, pues en este equipo ese atacante es su mejor defensa. Ah, la duda se despejó: Messi y Luis Enrique no están en disputa. Messi, por cierto, se fue al banquillo mascando chicle.