Las luces alternas del Barça

Contaban Cueto y Semprún lo que dijo un albanés cuando le impidieron la entrada en Brindisi: “No importa, he visto las luces de Brindisi”. El Barça es una luz que se enciende a veces; esas intermitencias se vieron anoche. Al principio, a pesar del gol francés, el equipo azulgrana vistió algunos pases con traje de gala, e hizo un fútbol de gloria, entusiasmado. Luego vinieron las sucesivas luces alternas, por cuyas rendijas se asomó el PSG con la arrogancia de su fútbol, que parecía un espejo del que practicaban el Barça de Pep y el Bayern de Pep. Lo mejor de esas intermitencias, cuando hubo luz, fue la disposición del equipo para no dejarse vencer. Y aunque perdió es cierto que hasta el último instante mantuvo abierta la posibilidad de una iluminación.

Jordi Alba la tuvo en sus botas, y luego Munir reincidió en la misma esperanza con un tiro que dio en el palo. No cejó el equipo, que no se recuperó de la principal intermitencia: la falta de seguridad de una defensa que no acaba de cuajarse y de un portero con cierta tendencia a la estatua. Lo que dijo el albanés: vimos luces, no vimos sólo sombras, ni mucho menos; ahora bien, el entrenador ha de regular esas intermitencias porque son demasiado parecidas a momentos en que el Barça no ha superado la pájara.