La Fórmula 1 no debería olvidarse de lo esencial

Me parece acertado que la Fórmula 1 busque soluciones sobre lo que se atisba como una crisis de interés y seguimiento en determinados mercados. Quizá no sea aún el momento de alarmarse pero sí el permanecer atentos a la evolución de los acontecimientos y anticiparse para impedir que la cosa vaya a peor, aplicando la vieja máxima de prevenir mejor que curar. Sin embargo, me preocupa que las ramas terminen por no dejar ver el bosque a los mandamases de este deporte-espectáculo-negocio. Soy partidario de investigar en nuevas fórmulas que incrementen los alicientes y atractivos de los grandes premios, tanto en lo que se refiere a su difusión televisiva (atención al camino hacia el pago por visión que se nos viene encima también en España) como al acercamiento a los aficionados, pasando por la Prensa, las nuevas tecnologías e incluso cambios reglamentarios que impulsen la emoción o rivalidad.

Dicho todo esto, creo que la F-1 no debería olvidarse de lo esencial: carreras de coches con los mejores pilotos del mundo. Puede sonar a evidente, aunque quizá no lo sea tanto. A menudo tengo la sensación de que precisamente esto es lo que se olvida cuando, en realidad, sustenta el éxito de cualquier deporte: la búsqueda de esa excelencia que representa el triunfo de la forma más directa, simple y comprensible posible. La complejidad y sofisticación no siempre tienen que resultar atrayentes, muchas veces sólo sirven para alejar a unos seguidores que terminan por no entender lo que está ocurriendo, sobrepasados por una infinidad de incertidumbres que interfieren en el desarrollo de las pruebas. Quizá la solución sea más sencilla de lo que creemos: las buenas carreras gustan a todo el mundo.