Alonso, entre la paciencia y la frustración

Al margen de por todo lo evidente, lamento mucho la decepción que vuelve a representar Ferrari por la nefasta influencia que tiene en la carrera deportiva de Fernando Alonso. Me refiero a que el asturiano está desperdiciando los que quizá son sus mejores años, los de plenitud deportiva y personal, en un proyecto que no termina de remontar el vuelo. Por eso valoro de forma muy positiva la paciencia que demuestra con el equipo, sin grandes quejas o demostraciones de su lógico disgusto, consciente de que echar gasolina al fuego serviría de muy poco y lo adecuado en este caso es remar en la misma dirección... al menos mientras que no exista una alternativa solvente para buscar nuevos desafíos, algo que quizá esté más cerca de lo que creemos.

Pero al margen de la madurez de tan inteligente actitud, creo que Alonso debe vivir también instalado en la frustración de lo que pudo haber sido y no fue. Es duro escucharle decir, como ha recordado en Hungría, que se encuentra en uno de los mejores años de su vida, en ese cénit que ha alcanzado después de tantas campañas ya de F-1, pero que no puede exprimirlo al volante de un coche claramente por debajo de su potencial. Un desequilibrio terrible para un hombre que cada domingo se juega la vida desde una realidad que apunta a que la victoria se antoja como una utopía para él. Darlo todo para obtener muy poco, al menos mucho menos de lo que su talento y entrega merecen. Una situación, diría yo, insostenible de forma indefinida.