En fútbol es tan perjudicial cantar victoria como derrota

Esta es una temporada rara, y más que lo será, ya lo verán. O no. Lo cierto es que no hay deporte más orgánico ni más desorganizado, porque no depende, al contrario que el tenis o el automovilismo, de la habilidad de uno solo, sino de las ocurrencias de 22 o de 24. Si el árbitro y sus ayudantes quieren, el esfuerzo de 22 se va al garete por tres o cuatro, y si entre los 22 alguien tiene un mal día puede destrozar las ilusiones de una multitud. Así es y será siempre, como decía Sinhué el Egipcio en la inmensa novela de Mika Waltari.

Porque eso es así me ha extrañado que queridos amigos míos, a los que les deseo lo mejor en el fútbol pero sobre todo en la vida, hayan dado por muerto al Bayern y, lo que es aún más arriesgado, al fútbol de Guardiola por el tremendo tropezón en el Bernabéu. Lejos de mi la funesta manía de negarle al Madrid el porvenir que se merece en esta liguilla decisiva de su temporada, así que no hablo sino como persona que ha vivido en sus propias carnes el terrible problema de vender la piel del oso antes de cazarlo. Y al Bayern, queridos madridistas, y lo dice un barcelonista que huye del fanatismo como gato escaldado, todavía hay que cazarlo… del todo.

Entre los argumentos que solemos usar en fútbol está el estadístico, que es el peor de todos. Según éste, ya seríamos campeones de Liga los barcelonistas desde el partido tres del campeonato, más o menos; y, además, ya hubiéramos acabado con el Atlético. Entre otras cosas, porque hace unos años lo ganábamos todo (eran los años de Guardiola, sobre todo) y nos lo merecíamos todo. Entre las razones para conseguir esas victorias, decía la gente, y no sólo la gente, sino los grandes expertos, estaba ese fútbol que tanta prestancia nos dio, y tantos títulos. El fútbol de toque que en otros lares (los de la Selección de Del Bosque) llamaron tiqui-taca asombró al mundo entero y le dio al Barça tal prestancia y tal imbatibilidad que parecía más poderoso que el Orinoco.

Pero pasó el tiempo, al Barça le agarraron el truco (y supongo que se lo están cogiendo también a la Selección) y ahora en la expo internacional del fútbol aquello que no querían ni los madridistas de mejor estirpe, el contragolpe, se impone como táctica y estrategia. Probablemente el Madrid ya encontró la piedra filosofal, y me alegro, porque ahora es el equipo, con el Atlético, que puede ganarnos un gran título en Europa. Pero yo sería más cauto, no sólo con respecto al final de esa era que el Bayern heredó de manos de Guardiola y que el Barça está perdiendo, ay, en manos de tantas manos. No es que ese fútbol se haya acabado, porque es demasiado bueno como para deteriorarse de la noche a la mañana, sino que los otros también juegan, tienen su táctica y su estrategia, y ahora ya le saben jugar a los que antes tan solo jugaban.

Tiene razón Guardiola: el Real Madrid ahora juega más, y además tiene atletas que te desarman en un dos por tres. Y eso le pasó al ilustre Bayern, que el ilustrísimo Real fue más ilustrísimo, y por tanto más inteligente. Pero el Madrid no se debe dejar llevar por sus aficionados, ha de prepararse sabiendo que ese equipo alemán que les jugó aquí será otro en su terreno. Ojalá ganen los blancos, aunque lo sentiré por Guardiola, que es mi ídolo en el fútbol del Barça, pero me alegraré por tantos madridistas a los que tengo como amigos. Pero no se confíen: ese fútbol que inventaron con otros colores y que ahora tiene su trono en el Bayern tiene aún cuerda para mucho rato.