Las variantes que Guardiola se inventó para el Bernabéu

Si Guardiola visitó siete veces el Bernabéu como entrenador del Barcelona y no perdió jamás no fue por casualidad. Al contrario que su gurú Cruyff, estrambótico en sus alineaciones ante el eterno rival (sólo hay que recordar críticas hasta de un árbitro hoy jefe,Díaz Vega), Guardiola siempre hizo cosas que mejoraron a su equipo en la casa del Madrid. Un intervencionismo positivo pocas veces visto. Pequeñas o sustanciosas matizaciones dentro de una misma idea que ayudaron a hacer menos previsible a un equipo que ya de por sí era poderosísimo pero que tal vez sin esos arreglos no hubiera podido completar una estadística tan deslumbrante en un escenario tan grande mientras estuvo al frente del equipo.

Veamos. Guardiola visitó por primera vez el Bernabéu como entrenador del Barcelona en mayo de 2009, con el Madrid a cuatro puntos después de haber llegado a transitar a doce en la Liga. La respuesta fue un 2-6. Por entonces, la diferencia libra por libra de los equipos era amplia. La imaginación de Guardiola, no obstante, amplió la brecha. “Tengo que darle las gracias a Samuel por haber jugado en la derecha. Quería que Messi jugara con Xavi para crear superioridad tres contra dos en el centro”. Así fue. En una solución que llevaba pensando un buen tiempo, y que convirtió en norma con el paso del tiempo hasta la consagración definitiva de Messi como mejor jugador del mundo, Guardiola sacrificó a Etoo en la derecha. Trabajó y dejó los honores para Henry, que ninguneó a Ramos desde su puesto de extremo izquierdo, y Messi. El Madrid de Juande Ramos acabó triturado.

La temporada siguiente, Guardiola fue sorprendido en el Camp Nou por un Madrid de Pellegrini respondón. Ganó de milagro (1-0, Ibrahimovic), pero el potencial ofensivo del nuevo Madrid de Florentino, con Cristiano y Benzema entre otros, inquietaba a Guardiola antes de su segunda visita a Chamartín. Lejos de ese idealismo que a veces se vende en Can Barça, no le importaba sacrificar estética por eficiencia. Ni corto ni perezoso, Guardiola se inventó una banda derecha con Puyol de lateral y Alves de interior para tapar las entradas de Cristiano por la izquierda y de Benzema, que también suele utilizar ese perfil para arrancar. Y un centro del campo en el que incluyó a Keita. Jugaron Milito y Maxwell y dejó en el banquillo a Iniesta. Sin ataduras y sin política correcta. Con mando en plaza, lo que le hizo distinto. El resultado fue un Barcelona abrumador que ganó 0-2 con goles de Messi y Pedro ante un Madrid anestesiado, netamente inferior. Un triunfo basado en la posesión, pero a la italiana, fruto de sus años de aprendizaje en el Scudetto. Entre otros, con Capello. También en Brescia con el gran Carletto Mazzone.

Pero hubo más. En 2011, y después de un paso descafeinado por el Bernabéu en Liga (1-1 sin novedades tácticas ante la Tormenta de Clásicos que estaba por venir para no enseñar cartas), el Barça se plantó en la ida de la semifinal de la Champions. Guardiola jugó entonces en la pizarra y en la sala de prensa, sintiéndose obligado a entrar en el cuerpo a cuerpo con Mourinho. Se lamentó el entrenador del Barça de un gol anulado a Pedro en la final de Copa justamente. Era fuera de juego. Fue entonces cuando golpeó fuerte a Guardiola preparando el terreno de la final de Champions: “Hay tres clases de entrenadores. Un grupo muy pequeñito que no critica las decisiones de los árbitros. Luego un grupo grande, en el que estoy yo, que sí protestan por errores arbitrales. Y un tercer grupo, en e que está sólo Guardiola, que critica las decisiones de los árbitros”. El resto es historia. Es "esta tu cámara, la central lechera" y el desafío: “Mañana tenemos una cita a las 20.45”. Golpeado y escarmentado por la derrota en la final de Copa, Guardiola ordenó un partido táctico. Sin Iniesta, metió músculo con Keita en el centro del campo y señaló drásticamente a Pedro y Villa no moverse de los extremos en todo el partido. Pase fácil y cero pérdidas. Luego, beneficiado por la rigurosa expulsión de Pepe, escudriñó en las debilidades del Madrid y le sacó partido al fichaje de Afellay, aún en la plantilla, colocándole de extremo derecho para dañar a Marcelo, cansado. Ahí, con un desborde del holandés, se gestó el 0-1.

Guardiola volvió tres veces más al Bernabéu desde entonces. Empató en la ida de la Supercopa de 2011 (aquella de una de las primeras frases desafortunadas de Rosell, que dijo que ganaron el título “en chanclas”) y ganó en Copa del Rey 1-2. Pero la última pincelada táctica que cogió a contrapié a Mourinho la improvisó en Liga. El Barça ganó 1-3 el 11 de diciembre de 2011 con los jugones, ahora tan en cuestión. Busquets, Iniesta, Cesc e Iniesta jugaron juntos, pero Fábregas no hizo de falso nueve. El delantero de rompe y rasga escogido para pegarse con Pepe y Ramos fue Alexis. El Barça jugó entonces con un sistema algo asimétrico y sin extremos. Con los cuatro centrocampistas y Messi por libre, el Barça superó un gol a los 23 segundos y terminó imponiendo su estilo con grandeza. Fue uno de los primeros experimentos con pequeños (ya lo usó en la Supercopa de Europa ante el Oporto, 2-0) que sublimó en la final del Mundial de clubes ante el Santos de Neymar. Entonces, además de Busquets, Xavi, Iniesta, Messi y Fábregas, jugó Thiago.

Y un detalle más: la estrategia. Guardiola consiguió que Puyol hiciera varias veces el mismo gol en el Bernabéu a la salida de una falta lateral o de un córner, apoyado en un simple bloqueo de Busquets o Piqué. Bastaba un gesto de complicidad con el lanzador, Xavi.

Si el Madrid debe tener claro antes de enfrentarse al Bayern es que Guardiola, en alemán, catalán o español, va a inventarse algo. Y, probablemente, sea bueno.