Villa Arriba y Villa Abajo vuelven a dar pena en las Redes por la Copa

Vendan la Copa. Fue acabar las semifinales de Copa y ese “intratable pueblo de cabreros” que tan bien definió Jaime Gil de Biedma en Años Triunfales en el que media España quería ocupar a España entera, desenvainó sus dispositivos móviles al amanecer y empezó el duelo: Villa Arriba contra Villa Abajo. Sin escucharse, sin atender a razones y, lo más triste de todo, como si su opinión realmente le importara a los que van a decidir dónde se juega la final de Copa del Rey. Ojalá algún día con los tiempos que corren, la RFEF y la Casa Real anden necesitados de pasta y le pongan a la Copa un bonito nombre comercial y el que se lleve la pitada sea Bill Gates, por ejemplo, cuando se juegue la Copa Microsoft. Y al inicio de partido, con lo equipos formados en el césped, suene como himno la insoportable sintonía de seis segundos del ‘Sonido Windows XP’ que abre los ordenadores. Entonces la pitada será unánime, merecida y hermanará a los rivales para siempre.

Entre la coña y el odio. Una cosa es la coña, que está muy bien y otra llevar el duelo a temas de sangre. Yo seré el primero que haga chufla de las excusas del Madrid por no querer acoger la final (lo de los lavabos fue propio de La Escopeta Nacional), pero respeto totalmente su derecho a no querer ser el anfitrión de Barça y Athletic. Se dice y punto. El estadio es suyo y el problema, de una Federación de pandereta.

El Telegrama de Ems. Ahora que las Redes Sociales abren el debate general se da la circunstancia curiosa de que se nos plantean problemas que antes no existían. El Athletic y el Barça han jugado muchas finales en Madrid y jamás se ha tomado este hecho como una afrenta. Ahora, todo el mundo tiene la piel en carne viva y cualquier detalle parece una provocación y cualquier tuit, el Telegrama de Ems, que fue la mecha que encendió la guerra Franco-Prusiana.

No pasa nada. Si lo de la Copa Microsoft (o similares) no cuaja, quizás la solución estaría en que el Barça ganara un par de títulos en Madrid y a la inversa. Igual entonces nos damos cuenta de que es deporte, habrá choteo (siempre es bueno) y no pasará nada. La gente seguirá yéndose a cenar con sus amigos del equipo rival. No se acabará el mundo y nos sacaremos de encima este quiste molesto que es el de tomarse un partido de fútbol como curación de otras pugnas.