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LEVANTE

Las claves que explican el descenso del Levante

Una mala planificación deportiva y polémicos episodios como la salida nocturna de algunos jugadores también han contribuido a la decadencia del equipo.

Actualizado a
Manolo Salvador, Rubi y el presidente Quico Catalán
Alberto Iranzo (Arlandis Photo, Ivan Arlandis I)

Mala planificación deportiva

Tras exitosos años donde con uno de los presupuestos más bajos de Primera se conseguían sufridas permanencias y también liderar la categoría algunas jornadas y hasta una histórica clasificación para jugar competición europea (11-12) comenzó un periodo de evidente decadencia que ha llevado al Levante hasta el descenso a Segunda División. Desde la salida de Joaquín Caparrós, el banquillo granota no ha encontrado ni la estabilidad ni la confianza para llevar adelante un proyecto obsoleto y que poco tenía que ver con lo milagroso de otros años no muy lejanos. Primero se apostó por Mendilibar, dando un giro radical al ADN azulgrana y, además, sin confeccionarle una plantilla que se adoptara lo más mínimo a su filosofía e idea de juego. Su crédito duró apenas dos meses. O lo que los futbolistas, en su cierta medida, quisieron. Se le confió la resurrección a Lucas Alcaraz, un clásico en estos quehaceres. Y salvó al equipo pero sin encantar a nadie. Aún así la dirección deportiva encabezada por Manolo Salvador le renovó sin confiar en él. Resultado: el equipo colista, malestar en el vestuario (con unos jugadores que tampoco hicieron mucho por salvarle el cuello) y el entrenador en el paro a las 10 jornadas. Vuelta a empezar. Y vuelta a fallar. Porque Salvador se la jugó con Rubi, un técnico sin experiencia en Primera. Y le salió cruz. El catalán ni ha sabido ni ha podido coger el toro por los cuernos y ha dado con sus huesos en Segunda.

Vuelta a episodios bochornosos

Dicen que a perro flaco todo son pulgas. Puede ser. La realidad es que a la nefasta travesía deportiva de esta temporada a los granotas les ha acompañado todo el campeonato escándalos extradeportivos que en nada han ayudado a la posible resurrección del equipo en el tramo final. Vuelta a las peores andadas de tiempos no muy lejanos que hicieron mucho daño en Orriols y que no se han sabido cortar por parte de los que mandan. Desde la indisciplina de un futbolista que se negó a entrar en una convocatoria y viajar a Eibar cuando el equipo más se estaba jugando en una situación de lo más delicada. El protagonista fue Trujillo y todo quedó en un mero expediente con una sanción económica. Calderilla para un futbolista profesional. Y, después, episodios bochornosos de salidas nocturnas cuando vienes de profanar el escudo y la camiseta, avergonzando a tu afición y dejando escapar puntos y puntos que nunca volverían y que al final te han hecho falta para dignificar a un club de más de 100 años de historia. Salió a la luz una de ellas, con Deyverson, Simao y Feddal de por medio tras perder en Sevilla ante el Betis, pero de sobra es conocido por buena parte del levantinismo que no ha sido la única ni los únicos que se han pegado sus fiestas nada más aterrizar de algunos desplazamientos ni otros días sueltos con posteriores entrenamientos matinales a los que es de suponer que no llegarían en las condiciones más óptimas para la práctica del fútbol. Ni de cualquier deporte. Pero tampoco pasó demasiado. Un pasar por caja y un perdón en la web oficial bastó. Y así, desde el principio, poco a poco, el vestuario se les fue yendo de las manos. Sin alzar la voz. Tranquilidad.

Malgastado el mayor presupuesto de la historia

El ‘milagro’ del Levante, confeccionando equipos extracompetitivos sin recursos ni dinero, que lograban sus objetivos e incluso se superaban a sí mismos, con fichajes a coste cero, jugadores libres, casi olvidados para el mundo del fútbol, pero con arrestos superlativos, ha quedado en nada. Curiosamente, cuando Salvador ha dispuesto de cash para salir al mercado. Pero no se ha sabido invertir. Se ha malgastado en dudosas operaciones y con una extraña política de ‘guardarse la pasta para enero’ dejando pasar una vuelta entera que te ha terminado condenándole al fracaso. Ése al menos fue el discurso oficial cuando en el mercado invernal se derrocharon 3,2 millones en el fichaje más caro de la historia del club, Mauricio Cuero. O trayendo a futbolistas como Medjani y Rossi, con sueldos disparados para apenas cuatro meses. Y ni aún así ha servido para evitar un desastre que se veía venir cuando en verano tus apuestas fueron un millón de euros por un central recién descendido como Trujillo, casi medio kilo por un portero, Mariño, que no querías y que a final de la temporada pasada le pegaste la patada cuando lo tenías gratis y casi dos millones más por una moneda al aire como Deyverson, que a pesar de sus nueve goles quedará más en el recuerdo por sus extravagancias y capítulos extradeportivos. Por no hablar de Ghilas… al menos no se pagó por él.

Ruptura en el levantinismo

En Orriols reinaba la paz, con un club acumulando años en Primera, creciendo notablemente su masa social, reduciendo a un ritmo casi imprevisto el tremendo agujero económico heredado… Pero, de repente, llegó un americano a llamar a las puertas del club con el fin de quedárselo. Robert Sarver, dueño de la franquicia NBA de los Phoenix Suns, fundador del Banco de Arizona, propietario de una de las mayores fortunas de Estados Unidos… Su oferta, en boca del propio presidente Quico Catalán era “seria” y “una muy buena oportunidad”. Todo parecía encaminado al relevo con la entrada de un buen dinero por parte del empresario estadounidense que venía dispuesto a inyectar millones tanto en el equipo como en los activos de la entidad (véase estadio Ciutat de València y Ciudad Deportiva de Buñol). Pero repentinamente todo cambió. La situación dio un giro radical en las 48 horas previas a la decisión final. Y finalmente la Fundación del Levante dijo NO a la venta, con el voto negativo del propio Catalán y la mayoría de sus consejeros, que también forman parte del patronato. Apelando, eso sí, al sentimiento granota que decidieron apropiarse de los muchos levantinistas (accionistas, socios, abonados, simpatizantes y aficionados en general) sin darles ni siquiera voz en tan determinante asunto. Este episodio desencadenó una ruputura evidente y palpable en el levantinismo. A todas las escalas. Dimisiones del vicepresidente del club, del presidente de la Delegación de Penyas, del presidente de los Veteranos, enfrentamiento con el SAM (Sindicato del Accionista Minoritario) que ha llevado incluso a replantearse la estructura y funcionamiento de la Fundación, todavía en proceso…. Y todo generando un poso que no ha terminado de estallar pero cuya fractura es notable. Y para colmo, el famoso Sarver, después de irse con el portazo en las narices y con el rabo entre las piernas (popularmente hablando) no cesó en su empeño de invertir en un club de fútbol español y a principios de enero compró el Mallorca con 20 millones de euros, nada más entrar, por delante. Prueba evidente (si es que había alguna duda visto su currículum) de que el americano no iba de farol. Nunca sabremos lo que habría pasado con él pero sí se pude decir lo de “Sarver, contigo empezó todo”.