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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 28 DE ABRIL

Nace el Empire Stadium. El héroe del caballo blanco (1923)

Actualizado a
Scorey y su caballo blanco, Billy, alejando a los aficionados que invadieron el Empire Stadium.
Central PressDiario AS

Para los años veinte, el fútbol ya se está convirtiendo en un formidable espectáculo de masas. En España, gracias a la plata conseguida en los Juegos Olímpicos de Amberes, empiezan a crecer los viejos estadios, o a aparecer alguno nuevo, como el Stadium, popularmente conocido como el Metropolitano, con 35 000 espectadores, inaugurado en 1923. Pero nada que ver con Inglaterra, donde ese mismo año se inaugura, con ocasión de la final de la FA Cup (la Copa inglesa, para entendernos), el formidable Empire Stadium, en el barrio de Wembley, que siempre será conocido por este nombre: Wembley. Su capacidad el día del estreno era de 126 047 espectadores. Aquella inauguración fue uno de los días más sonados en la historia del fútbol.

La final la jugarían el Bolton Wanderers y el West Ham. Un gran partido, sin duda, pero la verdadera curiosidad popular estaba en acudir al estreno del monumental estadio, definido por sus dos orgullosas torres gemelas rematadas por banderas, capaz para tantísimos espectadores. Un símbolo del progreso de los nuevos tiempos. Nadie se lo quería perder. Y tanta fue la curiosidad que el gigante se quedó chico el primer día. El partido tenía que iniciarse a las 15.00, pero a las 13.45 ya se decidió cerrar las puertas del estadio cuando una masa de hasta 230 000 personas había entrado, con entrada o sin ella, a pura fuerza. Los organizadores estaban desesperados. Mientras se esperaba la llegada del rey, una masa compacta de chaquetas negras cubría hasta el último centímetro del césped, tan atestado como las gradas. Y era imposible sacar a la gente de allí. Hasta que apareció el héroe del día, un bobby llamado George Scorey, montado en un corcel blanco. Con cuidado, y muy eDuckadamente, condujo su caballo hasta el centro del campo. Allí empezó a pedir a las gentes que se echaran hacia atrás. Moviendo a su caballo en círculos y apelando a la solidaridad de todos, fue abriendo un espacio libre, poco a poco, con calma. Los de la primera fila se agarraban de las manos e iban presionando suavemente hacia atrás, intercalando más y más gente entre ellos. La manchita verde pronto creció hasta completar el círculo central, luego más y más hasta las áreas, y a los cuarenta minutos el campo estaba limpio. Cien mil personas se apelotonaban tras las líneas que lo delimitaban, pero se podía jugar. Y se jugó, aunque los futbolistas entraron a duras penas y tuvieron que pasar el descanso sobre el césped, incapaces de alcanzar el vestuario en el intervalo.

Ganó el Bolton, dos a cero, y el rey Jorge entregó la Copa. Pero al día siguiente nadie habló del ganador, ni su foto ocupó la portada de los periódicos. El héroe del día había sido George Scorey, a lomos de su corcel blanco, de nombre Billy. Ellos habían salvado la inauguración.