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TERCER CLUB MÁS ANTIGUO DE MADRID | FELINES

“El Cara es querido por su gente: llegará a los 200 años...”

Uno de los históricos del Carabanchel, Felines, hace memoria: "Vine en 1959, con 15 años, y estuve cinco temporadas. Ni pensaba ni me imaginaba yo centenarios".

MadridActualizado a
CHARLA. Matallanas, Felines y Salmerón conversan.
Jesús Aguilera

¡Felicidades por la parte que le toca del centenario del Carabanchel!

—Cien años ya, se dice pronto. Casi ni sabía cuántos eran cien cuando llegué al Carabanchel. Vine en 1959, con 15 años, y estuve cinco temporadas. Así que por entonces ni pensaba ni me imaginaba yo centenarios. Cuando me enteré que por edad el club va después de Madrid y Atleti, te das cuenta del mérito que tiene esto. Estoy muy contento de que haya llegado a los cien años. Sé de las penalidades que ha pasado este club y ver que sigue adelante, y sigue... Esto sí que merece un premio y muchísimo cariño por parte de todos los que hemos pasado por aquí.

—Ni la crisis ha podido con el Cara...

—Lo hablamos a menudo los veteranos cuando nos vemos. Es algo inalcanzable para muchos clubes. Es para estar más que orgullosos.

—¿Cómo llegó al Carabanchel?

—Yo entonces jugaba en el Postal, un equipo del barrio que ya desapareció, jugaba cerca del cementerio de San Miguel. Pero no me vieron allí, sino un día en unas eras donde jugábamos los críos. Allí se paró un señor y me dijo que probara con el Carabanchel. Hice la prueba con un amigo portero, le metí dos goles, me cogieron y allí me quedé cinco años, primero con el Juvenil y luego con el de Tercera. Era una categoría fuerte, íbamos entonces a Badajoz, que parecían viajes de ocho mil kilómetros por aquellas carreteras, jugábamos en La Mina ante cuatro mil y cinco mil personas... Ahora es muy complicado que un equipo pequeño pueda verse en una así.

—¿Qué ha cambiado en el club y en el barrio?

—Supongo que mucha gente se hace mayor y ya no apetece tanto ir al campo, y a los chicos tampoco. Es difícil. Recuerdo que de niño, iba con los amigos a subirnos a los árboles para ver el fútbol desde fuera. Son los mismos árboles de ahora, detrás de las oficinas, en un fondo. Allí escalábamos y veíamos parte del campo, no todo. Pues el club tenía gente vigilando para que nadie viese los partidos desde fuera y uno nos tiraba piedras para que bajáramos. No nos dieron, menos mal. Luego, cuando entré en el Carabanchel, lo conocí y se maldecía de lo que había hecho. Tenemos mil anécdotas así en La Mina.

—¿Es tan grande la identificación barrio-club?

—Sí, noto que el Carabanchel perdura en mucha gente, aunque salga del barrio. También el Moscardó aquí tiene un sentimiento similar. O como el Rayo, son equipos con un cariño muy alto de su gente.

—¿Qué futuro le augura al Carabanchel?

—Seguirá adelante, con dificultades que le harán llegar también a los 200 años. Han sido muchos años de obstáculos, de mirar la peseta y el euro, de trabajar muchísimo, de hacer sacrificios... Hay que estar contentos y muy orgullosos de este club y de su gente.