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REAL MADRID | TRAYECTORIA DE BENÍTEZ (II)

Del despido en Pucela al ascenso con el Tenerife

Tras dejar Chamartín, Benítez peregrinó por Valladolid, Osasuna, Extremadura y Tenerife antes de ir al Valencia. Vivió un carrusel de emociones: destituciones, ascensos...

Actualizado a
Benítez, en el banquillo del Valladolid.

A sus 35 años y con el bagaje de dos años brillantes en el Real Madrid B, Rafa Benítez se lanzó a la aventura lejos de Concha Espina. Y no le fue precisamente sobre ruedas. Antes de llegar al Valencia, donde tocó el cielo, vivió los sinsabores y las alegrías de clubes más modestos que viven al filo de la navaja. El primer reto le llevó a un Valladolid descendido, pero que recuperó la categoría tras evitar Sevilla y Celta el descenso administrativo en aquella famosa Primera de 22 equipos en la 95-96. Le despidieron en la jornada 23 con el equipo colista y tras un 2-5 en Zorrilla contra, menuda paradoja, el Valencia. Le cercenaron la cabeza en caliente. Marcos Fernández, presidente del club pucelano, le destituyó de manera fulminante en la misma sala de prensa. Aún así Benítez se fue con la cabeza alta: “Hice mi labor con honradez”.

Fue la primera vez que vivió esa vieja expresión que alguna vez ha recitado. “No sabes lo que es ser entrenador hasta que te despiden”. Un mal trago que volvió a sufrir al año siguiente con Osasuna en Segunda. En El Sadar recibió una plantilla sin Santi Ezquerro, vendido al Atlético, y con chavales que harían carrera en Primera pero aún verdes, como López Vallejo (20 años), Josetxo (19), Lacruz (18) y Nagore (21). Benítez sólo resistió las nueve primeras jornadas (sumó apenas 7 puntos) y con el equipo en descenso a Segunda B, unido a una derrota por 2-0 contra el colista Écija, dio con sus huesos en el paro. Al menos, aquella experiencia fue fértil a su manera. En Pamplona conoció a Paco Aiestarán, su gurú de la preparación física en los años de gloria con el Valencia y el Liverpool.

Pese a esos dos chascos consecutivos, Pedro Nieto le llamó el curso siguiente para relanzar a un Extremadura que acababa de bajar a Segunda. En Almendralejo, o revivía su carrera o el futuro pintaba negro. Y sorteó el trance.

Era la campaña 1997-98 y logró el primer ascenso a Primera de su carrera imponiendo una rutina de trabajo desconocida en un club tan modesto. “Hemos descubierto lo que es un pulsómetro y el ácido láctico”, decían sus jugadores. Hasta prohibió el chicle en los entrenamientos. Era la punta del iceberg. Al año siguiente, pese a jugar en Primera, el Francisco de la Hera tenía un césped en ruinas y el equipo debía recorrer 40 kilómetros en autobús para entrenarse. El club sólo tenía dos campos más en Almendralejo... y eran de tierra. Con esos condicionantes esquivó el descenso directo pero fue doblegado en la promoción por el Rayo de Juande Ramos. Los mismos protagonistas que se medirían diez años después en el famoso chorreo del Liverpool al Madrid (4-0) en la Champions.

Ese perfil de técnico de futuro convenció a un Tenerife convulso que le rescató del paro, donde estuvo un año en el que aprovechó hasta su luna de miel en Italia para estudiar de cerca a Milán y Juventus. Con Ángel Cappa destituido en la pretemporada y un plantel desmembrado, Benítez manufacturó en la isla un equipo sin fisuras con jugadores como Curro Torres (se lo llevó al Valencia) y Luis García (lo fichó para el Liverpool) que ascendió siendo terceros. Ese año lo catapultaría a uno de los banquillos más codiciados, el del Valencia, al que se fue con problemas para cobrar los 14 millones de pesetas (84.000 euros) que le correspondían como prima de ascenso. “Soy valiente y el Valencia es un reto importantísimo”, aseguró con gallardía. Era el verano de 2001 y tenía sólo 41 años. En Mestalla le esperaban dos Ligas y una Copa de la UEFA...