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SEVILLA 3 - ESPANYOL 2

Aspas, un rebelde con causa

Su gol agónico (89') resolvió un partido loco en el que se adelantó el Espanyol, que con diez también fue capaz de empatar a dos. El gallego resolvió sobre la hora.

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Aspas, un rebelde con causa
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Un gol agónico (89’) del intrépido Iago Aspas, un jugador que vive su profesión con pasión y casi un punto de rebeldía, le dio tres puntos al Sevilla en un partido que tuvo mil pasajes, muchos de ellos inesperados. Un tobogán que resolvió Aspas. Su gol, que le libera después de partidos sin minutos, ayudó a Emery, que  por un momento temió que el boquete que el Espanyol le hizo en la Copa se hiciese aún más grande. Al Sevilla le dio el aire de espalda toda la tarde. Además de jugar bien, González González le perdonó la roja a Beto después de hacer penalti a Salva Sevilla y luego sí expulsó a Casilla después de un intento de vaselina de Aspas. Ahí pudo estar una de las claves.

Pero sería injusto decir que sólo los accidentes y el aire a favor del árbitro colaboraron en el triunfo del Sevilla. Para empezar, después del penalti transformado por Stuani tuvo veinte minutos de furia fabulosos, un aplastamiento local con Iborra y Banega campando a sus anchas en el medio y Aleix eléctrico en la banda. Su buena compenetración con Diogo se vio premiada en los dos goles. El primero, del portugués, tuvo una ejecución poco usual. Furioso por el 0-1, Diogo despejó con un misil que pilló a Casilla sacando a la defensa. Completó la remontada exprés un gol de Vitolo al que precedió un error impropio de Cañas, jugador fiable e imprescindible para Sergio que equivocó un pase horizontal demasiado evidente.

 Al Espanyol le pasaron demasiadas cosas malas. La expulsión escamoteada, el churro de Diogo, la lesión de Héctor Moreno y la expulsión de Kiko Casilla. A Sergio le crecieron tanto los enanos que se quedó sin cambios casi antes del descanso. De su trío de estrellas (Lucas Vázquez, Caicedo y Sergio García) sólo pudo utilizar al del Buen Pastor. Sucedió que el Sevilla lo vio tan fácil que se relajó. Y aunque produjo un buen puñado de ocasiones, entre otras dos palos increíbles de Iago Aspas e Iborra, se volvió discontinuo. Incluso con diez, el Espanyol interpretó mejor en esos minutos la línea discursiva del partido. Sergio García rozó el empate después de una maniobra fantástica: control orientado con la izquerda y disparo con la derecha. Pero quien hizo el 2-2 fue Víctor Sánchez.

A Emery, entonces, no le llegaba la camisa al cuello. No podía dar crédito a los dos puntos de oro que el Sevilla estaba perdiendo. Entonces miró rápido al banquillo y metió a Denis Suárez y Bacca. El colombiano hizo mucho ruido. Una plancha que le costó la amarilla, una falta al límite de la expulsión, dos conducciones peligrosas y, finalmente, la asistencia del gol. Fue determinante en el partido. No tanto, por supuesto, como Aspas. Los rebeldes siempre tienen recompensa.