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FALLECE DI STÉFANO

Falleció Alfredo Di Stéfano

El mundo del deporte se tiñe de luto por la muerte de la leyenda blanca, uno de los mejores futbolistas de la historia, que falleció hoy en Madrid a los 88 años. Llevaba ingresado desde el sábado, cuando sufrió una parada cardiorrespiratoria.

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Falleció Alfredo Di Stéfano
AStv

Alfredo Di Stéfano ha fallecido este mediodía a los 88 años de edad en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. El presidente de honor del Real Madrid llevaba ingresado desde el pasado sábado después de sufrir una parada cardiorrespiratoria en plena calle y su estado era grave desde entonces. El mundo del deporte se tiñe así de luto por la muerte de la leyenda del club blanco y uno de los mejores futbolistas de la historia

Sí, probablemente el mejor jugador del mundo de todos los tiempos. Y también el más decisivo en los 111 años de historia del Real Madrid. Y eso no es una opinión, es un dato. El club blanco sólo había ganado dos Ligas hasta 1953 y, a partir de entonces, en los once años (53 a 64) que vistió la camiseta madridista consiguió ocho títulos de Liga, cinco Copas de Europa, una Copa Intercontinental, una Copa de España y dos Copas Latinas. Convirtió en realidad los sueños de grandeza de Santiago Bernabéu y el club blanco se instaló para siempre en la elite mundial. Ése es Alfredo Stéfano Di Stéfano Laulhé.

Su juego y la importancia del mismo sólo cabe en adjetivos superlativos, aunque fueron los periodistas franceses los más atinados al llamarle l’omnipresent. Eso era Alfredo Di Stéfano, una estrella que defendía, recuperaba el balón, iniciaba la jugada de ataque y la remataba. Un genio con alma de guerrillero. Rogelio Domínguez, portero argentino que convivió con Alfredo cinco años en el Madrid, definió muy bien su grandeza en una entrevista en AS: “Di Stéfano era el mejor jugador del mundo porque no tenía el cien por cien de algo, pero tenía el 85 por cien de todo”. Tenía un espíritu de trabajo que lo había mamado en la cuna. “Mi padre me inculcó trabajar y ser decente en la vida”, siempre ha dicho el hispano argentino.

En lo futbolístico también tuvo una gran escuela. Tras pasar por dos equipos de barrio Once y Venceremos (le llamaban Minellita por su parecido con Minella, un medio centro de River de esa época) e Imán, con 18 años pasa una prueba en el River Plate y allí se completa la formación de un crack. En esa época, River disfruta de La Máquina, una delantera de seda formada por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau y en el 47 logra entrar en el equipo, tras un año cedido en Huracán. Es entonces cuando el periodista Roberto Neuberger le pone el mote de La Saeta Rubia y se empieza a hacer famoso y habitual un cántico en la afición riverplatense: “Socorro, socorro, se viene La Saeta con su propulsión a chorro”.

Después llega la huelga del fútbol argentino y su marcha al Millonarios de Bogotá. El equipo al que se fue con Pedernera y Rossi y fue rebautizado como El Ballet Azul. En marzo de 1952, Santiago Bernabéu se queda maravillado con el juego de Di Stéfano en el torneo de las Bodas de Oro del club, que disputaron al Madrid el Millonarios y el Norrköping sueco. Y desde entonces comenzó a madurar la idea de que ese crack rubio argentino sería ideal para llenar Chamartín. En septiembre de 1953 llega al Madrid tras un agrio conflicto con el Barcelona, que es objeto de un detallado esclarecimiento en otra parte de esta obra. Di Stéfano le costó al Madrid 5.750.000 pesetas, (que salen de la suma de 4.400.000 pagadas al Barça más 1.350.000 pesetas abonadas al Millonarios) en lo que fue la mejor inversión de siempre hecha por la entidad madridista en un jugador.

A partir de ahí, empieza la gran historia blanca. El 23 de septiembre de 1953, el argentino debuta con el Real Madrid en Chamartín en un partido amistoso ante el Nancy. El partido se saldó con una derrota (2-4) y con evidentes signos de que el delantero estaba cansado (llegó aquella mañana a Madrid desde Barcelona en tren) y con cinco kilos de más. Cuatro días después, ante el Racing en casa, debutaba en la Liga en la tercera jornada.

La expectación fue extraordinaria y Di Stéfano, como hizo siempre, no defraudó aunque no estaba en forma porque notó el periodo de nueve meses sin competir. Ese día marcó un gol que fue el preludio de una brillantísima temporada. Di Stéfano hizo estragos en las defensas rivales. Su polivalencia era contemplada con asombro, admiración y cierta desesperación en los entrenadores rivales. Así que con semejante fenómeno en sus filas el Real Madrid volvió a conquistar la Liga veintiún años después. Alfredo jugó en ese campeonato 28 partidos y marcó 27 goles que le convirtieron en el máximo goleador de la competición. Así ganaba el primer pulso a su amigo Ladislao Kubala.

En ese ejercicio, además, ya quiso dejar su tarjeta de visita a los máximos rivales del Madrid (Barcelona y Atlético). A los catalanes, anteriores campeones, el Madrid le endosó un claro 5-0 en el Bernabéu con dos goles del argentino. A los rojiblancos los recibió (2-1) con un gol de tacón protestado por fuera de juego en casa y dos en el Metropolitano. Para que todo fuera más espectacular, el Madrid cantó el alirón ante el Valencia, en la penúltima jornada, con un elocuente 4-0 gracias a tres goles de La Saeta Rubia. Espectacularidad más eficacia esa era la fórmula del éxito de La Saeta.

Bernabéu comprendió que debía mejorar año a año el equipo para arropar el crack. En la siguiente temporada llegó, por recomendación expresa de Di Stéfano, Héctor Rial (como después vinieron Santamaría, Kopa, Domínguez, Puskas y Del Sol, entre otros). Así tenía un socio en el campo con el que combinar, o tirar paredes como se dijo después. La jugada fue perfecta. Di Stéfano, impresionante en todas sus facetas de juego, se sintió más arropado y marcó 25 goles que sirvieron para repetir el título de Liga. Rial, por su parte, jugó todos los partidos del campeonato y marcó 18 goles. El impacto de Di Stéfano en España fue impresionante y se hizo extensivo a Europa después de que el Real Madrid ganara con gran autoridad la Copa Latina ante un Stade de Reims que era media selección francesa. Y sería total cuando meses después arrancó la Copa de Europa, en cuya gestación participó el Madrid y al que dio lustre con sus figuras. El 8 de septiembre de 1955 comenzó el equipo blanco su epopeya europea en Ginebra ante el Servette.

Desde entonces llegaron, de tacada, cinco títulos en los que Di Stéfano fue el máximo protagonista. Basta decir que marcó en las cinco finales ganadas y que hizo un total de 49 tantos en 58 partidos. La final de Glasgow, (18-5-1960) ante el Eintracht, es considerada la mejor de la historia. Ese fue el inolvidable día en el que Puskas marcó cuatro goles y Di Stéfano, tres. En las islas todavía se habla con admiración de ese partido, que se repitió en la BBC durante muchos años como un Clásico de Navidades.

Alfredo alcanzó el cénit de su carrera en la campaña 56-57 con 30 años. En aquel ejercicio todo fue positivo. En octubre del 56 se nacionaliza español y lo celebra con el doblete Liga-Copa de Europa. En el torneo nacional marca 31 goles en 30 partidos. Ya con el pasaporte español, el 30 de enero del 57 debuta con la selección ante Holanda (5-1) y deja su sello con tres tantos. France Football le dio ese año el Balón de Oro, premio que ganó otra vez en el 59.

El Madrid era una máquina, cada año más engrasada con los refuerzos que Bernabéu buscó con inteligencia. Alfredo siempre estuvo bien rodeado, pero él marcaba la diferencia. Por eso ganó ocho títulos de Liga, cinco Copas de Europa, una Copa, una Intercontinental y fue cinco veces Pichichi. Siempre dijo que “un partido sin goles es como un domingo sin sol” y para él casi nunca se puso el astro rey.

También hubo alguna decepción, como no jugar un Mundial por la ausencia de España en Suecia-58 y una dolencia en la espalda antes de Chile-62. Y miedo. Sobre todo, cuando el Frente de Liberación Nacional le secuestró tres días en Caracas en agosto de 1963, en lo que fue una copia del rapto de Fangio por parte de Fidel Castro. “Creí que me liquidaban”, dijo Alfredo.

Eso acabó bien. Su estancia en el Madrid, no. Di Stéfano tuvo su epílogo en Viena, con casi 38 años, el 27 de mayo de 1964 tras la final perdida (3-1) ante el Inter. Di Stéfano culpó a Muñoz de esa derrota y éste consideró que su fin había llegado. El de Viena fue el último de los 396 partidos oficiales disputados con el Madrid, 510 (en los que hizo 418 tantos) si se incluyen los amistosos. Tras la final, el Madrid tenía que jugar la vuelta de una semifinal de Copa con el Atlético y Alfredo vio con sorpresa cómo Muñoz no le incluyó en la lista de convocados. El técnico no tuvo la delicadeza de decirle que ya no contaba con él. Bernabéu no quiso desautorizar a su entrenador y le ofreció quedarse en el club “de cualquier cosa”. No aceptó Di Stéfano y se fue al Español. Después ya nada fue igual.

Decidió aceptar una oferta del Español donde sería entrenado por Kubala (declinó una oferta del Celtic de Glasgow). La Liga 1964-65, curiosamente, comenzó con un Español-Real Madrid y Di Stéfano debutó ante sus ex. Era el 13 de septiembre de 1964. Los blancos ganaron 1-2. En su primera temporada en el Español hizo siete goles en 24 partidos. En su segunda campaña y última, marcó cuatro tantos en 23 encuentros y dejó el fútbol.