Italia se aparta del camino de España

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Italia se aparta del camino de España

Italia se aparta del camino de España

Una penosa Italia consumó un fracaso estrepitoso en la Copa Confederaciones por resultados y por imagen. Envejecida, sin calidad, descosida hasta en sus habituales atributos históricos, la escuadra de Lippi fue zarandeada por una selección brasileña simplemente solvente, que se aplicó con sentido y detalles de calidad. Cada vez que los de Dunga pisaban el acelerador, se olía el drama en el área de Buffon. Brasil pasa como primera de grupo y, contra todo pronóstico, Estados Unidos será el rival de España en semifinales.

Cuando Italia perdió con Egipto, los medios trasalpinos recurrieron a la imagen de la momia en un guiño al rival y en un buen símil con la estampa de su selección: lenta, avejentada, descosida. Sin fútbol, como otras veces, pero también sin espíritu, sin furia, sin orden, sin suerte. En el día del último esfuerzo, en la última oportunidad de la que tantas veces se han alimentado, Italia escribió un triste epitafio. Allí, en el exótico ambiente del Loftus Stadium, yacía la campeona del mundo, la vieja Italia. Su camiseta, más clara de lo habitual en homenaje a la usada en los años 30, parece ahora una metáfora: Italia se disuelve, se diluye, tiende a la nada, al círculo vacío.

Así que España, que tenía una hoja de ruta prevista con Italia en semifinales y Brasil en la final, tendrá que pensar ya en Estados Unidos, el rival más improbable pero al fin y al cabo el penúltimo escalón hacia el título. Un rival con menos enjundia que Egipto y con menos nombre que Italia. Porque eso es lo único que le queda a Italia: su resonancia, su figura, su historia, su himno. Por eso este Brasil - Italia sonaba a fútbol de verdad, del bueno. Enemigos irreconciliables de cuyas colisiones han resultado algunas de las postales más recordadas de la historia del fútbol. Un partido que convertía automáticamente a la Copa Confederaciones en un torneo serio, un reto que encara una recta final en la que parece inevitable el partido que, quien más quien menos, todo el mundo quiere ver ahora mismo: Brasil - España. La última frontera para esta selección española que colecciona récords y elogios en cascada.

La renuncia de Italia a citarse con España fue sonora, un estruendo desde África al corazón de la vieja Europa. Brasil, una Brasil poco brillante y al trote, le pasó por encima con saña: los goles en la primera parte, el rondo en la segunda, cuando los brasileños se divertían ante un rival para el que cada minuto fue una losa, una tortura. No fue el 3-0, fue peor porque la sensación que flotaba en el aire era que Brasil podía marcar más goles cuando y como quisiera. Con un solo click, con una simple combinación, con un pequeño toque en el acelerador.

Luis Fabiano pesca en el desastre italiano

El partido fue siempre de Brasil, al principio con un ritmo lentísimo, sin ocasiones. La avalancha del final de la primera parte se fue gestando a base de toques, de subidas por la banda de Maicon, un gran lateral, de conducciones de Kaká y Robinho, de desmarques de Luis Fabiano. En cuestión de minutos la selección brasileña comprendió que no había más partido que el que ella inventara.

Antes de la media hora Ramires había rematado al palo y Luis Fabiano había obligado a Buffon a una buena salida a sus pies. Italia era una birria, nada que ver con el equipo indestructible que te aburría y te mataba o más bien te mataba mientras te aburría. Es un equipo viejo, cansado, sin más calidad que la poca que fluye de Pirlo, demasiado solo. Con jugadores pasados de vueltas como Camoranesi o Zambrotta, limitados como Iaquinta y el propio Toni, o dispersos en este partido como el otra veces fenomenal De Rossi. Pero lo peor está de centro del campo hacia atrás: un solar en el que ya no queda nada de la vieja solidez, del ejército en perfecto estado de revista. Ahora Cannavaro es la imagen y el síntoma de una zaga lenta, torpe, aculada, desorganizada. Un coladero que incluso tirita en cada jugada de estrategia, en cada acción a balón parado. Así cocinó sus mejores minutos Brasil, en torno a la media hora y a base de córners. Un centro de Lucio, como tantas veces mejor en ataque que en defensa, se envenenó tras tocar en De Rossi y se fue al larguero. El propio Lucio remachó instantes después al cuerpo de Buffon. Demasiados avisos. En el 36 Luis Fabiano mató a Italia tras convertir un rechace de un disparo de Maicon en un control que luego embocó con maestría de 9 contrastado y con la ayuda de una estatua llamada Cannavaro, que rompió el fuera de juego.

De ahí al descanso, Italia se encontró ante una incógnita que no supo resolver. No apretó, no se fue descaradamente a por el empate, pero sí avanzó unos metros sin más resultado que descubrir todavía más vergüenzas defensivas. Brasil empezó a salir en contragolpes que eran flechas al corazón de Italia. Luis Fabiano remachó una buena jugada que empezó él y pasó por Robinho y Kaká y al borde del descanso Kaká, un tanto discontinuo pero siempre pura clase, lanzó a Robinho y el centro de este lo metió en su portería Dossena. Descanso, 3-0 y las cabezas de los italianos llenas de ruido, anticipando ya las sangrantes críticas que les esperaban en la vuelta a casa.

Italia no aprovecha el último cartucho

La segunda parte nació intrascendente y con Brasil arruinando los restos de la demolida Italia a base de rondos y circulación a ritmo de entrenamiento, con una superioridad escandalosa. Pero en paralelo llegaban sorprendentes noticias con la goleada de Estados Unidos a Egipto, hasta tal punto que Italia, tan lejos de merecerlo, se enfrentó a 20 minutos finales en los que un gol le clasificaba. Con Rossi y Gilardino ya en el campo y ante una Brasil a la que, con su trabajo hecho, poco le iba en el envite y que contribuyó a mantener viva a Italia por su falta de intensidad en ataque y su ligero trabajo en el repliegue defensivo.

Pero no hubo caso. El campo se alargó, Italia visitó por fin el área rival y la sensación de 'italianada' flotó durante algunos minutos en el aire. Sin embargo no hubo fuelle ni para apretar, ni siquiera para ponerse en manos de la diosa fortuna. Llegadas italianas de fogueo y un par de sustos más en la portería de Buffon echaron el cierre al partido, grande por nombre y decepcionante por la incomparecencia de la vieja, la orgullosa, la reconocible Italia. Esta, un equipo en ruinas, está en el lugar que se merece: fuera de las semifinales de la Copa Confederaciones.