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En qué consiste la dieta atlántica y por qué es saludable

La FEC (Fundación Española del Corazón), considera que la dieta atlántica es una gran opción cardiosaludable. Te explicamos en qué consiste y sus diez mandamientos.

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En qué consiste la dieta atlántica y por qué es saludable
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Si estás pensando que la dieta atlántica es una de esas dietas milagro que salen a la luz de vez en cuando, te equivocas. Es un estilo de alimentación, más cercano al concepto global de la dieta mediterránea, y cuenta con el respaldo de la FEC (Fundación Española del Corazón), que argumenta que se trata de una opción cardiosaludable a tener en cuenta.

Este tipo de dieta da protagonismo a pescado y mariscos, verduras y hortalizas, lácteos e hidratos de carbono o aceite de oliva, y modera el consumo de carnes. La cuna de esta alimentación en nuestro país es Galicia, aunque también se extiende a Cantabria y el País Vasco. Según la FEC, “la dieta atlántica contiene todos los ingredientes necesarios para llevar una alimentación saludable y prevenir las enfermedades cardiovasculares”.

El decálogo de la dieta atlántica

1. Consumo muy elevado de pescados (de mar y de río) y mariscos (moluscos y crustáceos) que constituyen la gran reserva actual natural del Atlántico. Se recomienda el consumo de pescado y marisco de tres a cuatro veces a la semana en las diferentes etapas de la vida. 


2. Consumir alimentos vegetales en abundancia: cereales, patatas y legumbres. Las dietas ricas en estos alimentos constituyen la mejor manera de conseguir un perfil calórico recomendado en el que un 50% de la energía total consumida lo sea en forma de hidratos de carbono complejos, así como para favorecer un mayor aporte de fibra alimentaria. 


3. Consumo elevado de frutas y hortalizas. Se recomienda entre las primeras el consumo de una amplia variedad de las mismas, especialmente manzanas y cítricos. De entre las segundas, es conveniente mantener el consumo de las del género brassica, de acuerdo a los hábitos de producción y consumo (repollo, berzas, grelos y nabizas), además de judías, pimientos, cebollas, zanahorias, guisantes y ajos.

4. Utilización de aceite de oliva como principal grasa culinaria, especialmente como aderezo en crudo. 


5. Consumir diariamente productos lácteos. Son excelentes fuentes de proteínas de alto valor biológico, minerales (calcio, fósforo, etc.) y vitaminas. Adicionalmente, el consumo de leches fermentadas está asociado a una serie de beneficios para la salud al aportar microorganismos capaces de mejorar el equilibrio de la microflora intestinal.

6. El consumo de carnes es importante y debe hacerse con moderación. Aunque es un grupo muy heterogéneo, en general aportan proteína de muy alto valor biológico, hierro altamente utilizable y equivalentes de niacina. El consumo excesivo puede ser perjudicial para la salud. Es recomendable, siempre que se pueda, que se consuman las magras, y formando parte de platos a base de verduras, legumbres o patatas.

7. Se recomienda la ingesta abundante de líquidos, prioritariamente agua como bebida de excelencia. El vino se ha de tomar a través de un consumo moderado, responsable e inteligente, y con las comidas.

8. Gusto por la sencillez en la preparación de los alimentos, para mantener la calidad de las materias primas y, por tanto, el valor nutritivo. El empleo de la cocción, la plancha, la fritura en aceite de oliva o las técnicas de empanado no desvirtúan las características organolépticas y nutritivas de las materias primas de la dieta atlántica.

9. Mantenimiento de los hábitos alimentarios tradicionales atlánticos. Saber comer y disfrutar de ello.

10. Realizar actividad física todos los días, ya que es tan importante como comer adecuadamente.