El Dauphiné, el clásico test de cara al Tour de Francia, terminó con una conclusión clara: la candidatura de Froome a la próxima Grande Bouclé es muy seria. El del Sky repitió su triunfo del sábado y conquistó la última etapa con la suficiente ventaja sobre Van Garderen para también ganar la general por segunda vez (tras la de 2013). Todo con la sensación de que no podría haber sido de otra manera y de que su equipo, el Sky, cree ciegamente en él y vuelve a tener el poderío de otros años.

El guión fue parecido al del sábado. Una fuga de nivel (Tony Martin, Izaguirre, Kelderman...) por delante que se diluye cuando el Sky decide aumentar el ritmo. Si bien esta vez hubo valientes que pusieron en duda el control británico. Cummings fue el que más aguantó delante mientras Valverde intentaba darle caza primero subiendo y luego bajando, pero nunca con la chispa suficiente. También Purito (en progresión) se dejó ver, pero no hubo manera.

Así, y tras demostrar Nibali que sólo andaba con fuerzas como para trabajar para Scarponi (o ya sin opciones, eso hizo creer), sólo quedaba la batalla por la general entre Froome y Van Garderen. Que tardó en desatarse debido a la poca diferencia entre ambos, concretamente a 2,5 km de la meta. El británico aceleró y su rival saltó a por él, pero cuando el norteamericano no tuvo más remedio que volver a sentarse en la bici, vio que la rueda del ciclista del Sky estaba aún unos metros por delante.

Y eso desencadenó una persecución espectacular. Froome, con la etapa en el bolsillo, se apuraba en acelerar el ritmo quizá arrepintiéndose de no haber saltado antes. Van Garderen, regulando como podía mientras notaba que su ritmo se atrancaba poco a poco a la vez que se alejaba la figura del a posteriori triunfador.

Porque al final las cuentas de Froome se cumplieron por muy poco, apenas segundos, que se confirmaron cuando Yates y Rui Costa adelantaban al maillot amarillo y le dejaban sin opción de bonificación. Una derrota dura, pero de la que el norteamericano sale reforzado.

Froome, por su parte, será (si no lo era ya) favorito a todo en el Tour. Dicho esto, las sensaciones son sólo eso... Y si algo nos ha enseñado la carrera francesa es que la selección no sólo se hace en la montaña, sino en cualquier etapa por intrascendente que parezca. Si a eso le sumamos dos rivales ausentes en el Dauphiné de la talla de Alberto Contador y Nairo Quintana, el único vencedor claro que podemos anticipar será el aficionado.