LIGA ENDESA

La Liga cumple 60 años

El 31 de marzo de 1957 arrancó la primera Liga española de baloncesto con seis equipos y 68 jugadores. Duró dos meses y el Real Madrid ganó el título.

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La Liga cumple 60 años

Seis equipos de cinco ciudades, 68 jugadores y dos instalaciones fueron los protagonistas de la primera Liga Española. Se jugó en menos de dos meses y fue la primera competición oficialmente reconocida como nacional por la FIBA. Se proclamó campeón el Real Madrid, que acabó igualado con el CF Barcelona pero alzó el título gracias al average.

La experiencia del Campeonato de España, la actual Copa, cuya primera edición data nada menos que de 1933, y la exigencia de la FIBA de inscribir en su Copa de Europa sólo a los campeones de competiciones verdaderamente nacionales, impulsaron a la Federación Española de Baloncesto a crear una Liga abierta a equipos de toda la geografía española.

El primer intento de crear una Liga se remonta a la temporada 1946-47, pero el proyecto topó con demasiadas dificultades organizativas, estructurales y sobre todo económicas, de modo que todo quedó en un simple ensayo sin continuidad. Pero diez años después –tras la participación de España en el primer Mundial FIBA de la historia, en 1950 en Buenos Aires, y el éxito de la medalla de oro en los Juegos Mediterráneos disputados en 1955 en Barcelona- se dio una circunstancia nueva que lo hizo posible: la creación por parte de la FIBA de la Copa de Europa de clubs, a imagen y semejanza de la de fútbol, cuyo éxito había superado todas las expectativas y especialmente en España había alcanzado un alto impacto popular por cuanto su primer campeón, en 1956, había sido el Real Madrid.

Que la creación de la Liga de Baloncesto tuvo mucho que ver con la de la Copa de Europa lo demuestra el hecho de que su organización corrió a cargo de la Comisión de Organizaciones Internacionales de la FEB, que dirigía Raimundo Saporta, directivo asimismo estrechamente vinculado con la FIBA.

Para que el proyecto pudiera superar las necesidades financieras, la COI se hizo cargo de todos los gastos derivados de la competición: desplazamientos y alojamiento de los equipos, los gastos de arbitraje y el alquiler de Palacio de los Deportes de Barcelona, a la vez que cedió al Estudiantes el usufructo del Fiesta Alegre de Madrid, los dos únicos pabellones en los que se disputaron los partidos de la primera edición –instalaciones cubiertas, duchas con agua caliente…- gracias a que los clubs catalanes renunciaron a jugar en sus canchas propias para facilitar la logística de la competición. A cambio, la COI se reservó los ingresos por taquillaje.

El objetivo era que en la primera Liga Española de la historia participaran no sólo equipos de Madrid y Cataluña –las dos zonas con baloncesto más desarrollado- sino que para tener una verdadera consideración de nacional se sumaran como mínimo un equipo de Aragón y otro de Vizcaya. Pero no sobraban jugadores de calidad suficiente y menos aún las economías de la mayoría de clubs podían como para afrontar los desplazamientos y organizar los partidos. De modo que no se pudo completar tan ambicioso cartel y finalmente en la línea de salida estuvieron sólo seis equipos: cuatro catalanes (CF Barcelona, Orillo Verde de Sabadell, Aismalibar de Montcada y Juventud de Badalona, éste con su nombre original castellanizado) y dos madrileños (Real Madrid y Estudiantes). Todos ellos accedieron a la Liga a través de sus respectivos campeonatos zonales, de los que habían resultado campeones Real Madrid y CF Barcelona respectivamente.

Como puede comprobarse, entre esos seis equipos pioneros dos lo eran también en una circunstancia que con el paso de los años se convertiría en una de las fórmulas de consolidación y crecimiento del deporte: el patrocinio de una marca. En el caso de Aismalibar y Orillo Verde, aún más allá puesto que fueron equipos directamente creados por las empresas, en ambos casos gracias a la simpatía de sus propietarios por el baloncesto.

Punto de inflexión. Aunque limitada a clubs catalanes y madrileños, la Liga obtuvo el reconocimiento de competición nacional, y lo cierto es que, a pesar de las dificultades que supuso su puesta en marcha, representó un importantísimo punto de inflexión en el desarrollo incipiente del baloncesto español.

El invierno precedente fue un continuo trasiego de rumores y de ofertas. El Real Madrid, que seguía entrenado por Ignacio Pinedo, se había llevado a los hermanos Martínez, además de reforzarse con un par de jugadores puertorriqueños: Murati y Brindle. En la plantilla estaban además los conocidos Joaquín Hernández, Arturo Imedio, Luis Trujillano, José Jorge Bonet, Herreras, Crespo y Alcántara.

Los del Aismalíbar de Montcada, con el gran Eduardo Kucharski como entrenador y jugador, salieron a fichar por territorio barcelonista, y a los azulgranas les arrebataron a Navarro y el argentino Folgosa. Kucharski contaba además con el puertorriqueño Jorge Cuello, con Jordá, Riera, Salanova, Gorina...

El Barça, bajo las órdenes de Francisco Ortiz, no se quedó con los brazos cruzados e hizo un gran esfuerzo para llevarse a Juanito Canals del Juventud (al que antes había arrebatado a Parra y Masferrer) y al fabuloso anotador Jorge Bonareu, del Mataró, que se sumaron a los Pérez Loriente, Cano, Chillón, Lovrics y Bellmore… Un potente equipo.

Joaquín Broto, tras su reciente aventura en el banquillo barcelonista, retornó a Badalona para hacerse cargo de la Penya, pero el conjunto verdinegro prefirió quedar al margen de la batalla económica y su única incorporación fue la de Nelo Carbonell, procedente del San Feliu. De su cantera salieron un puñado de jugadores muy notables, pero aún faltos de experiencia: Auladell, Enseñat, Granados y Colomé. Josep Brunet se mantenía como la piedra angular del conjunto, con Bassó y Fajeda de años anteriores.

Fernando Font, también tras muchos años en el Barcelona, no se resignó a quedar al margen de aquella Liga, y se acercó a José María Carol, el promotor de un equipo con ganas de hacer grandes cosas: el Orillo Verde de Sabadell. Un año antes, los vallesanos habían captado a Oller y Massaguer del Juventud, y para esta gran ocasión incorporaron a tres jugadores de buen nivel, pero sin excesos: Gumbau y Sánchez del Sant Adrià y José María Soro, del Barcelona. Mucho menos sonado fue el fichaje de un joven que jugaba en el Círculo Católico de Badalona… Josep Lluís Cortés, quien con el tiempo se convirtió en uno de los más destacados bases de la historia del baloncesto de la época, llegando a vestir las camisetas de los grandes, a capitanear la Selección Española y el Real Madrid y posteriormente a ser el fiel ayudante del seleccionador Antonio Díaz Miguel durante muchos años.

El último equipo de la primera Liga lo formaron un grupo de estudiantes del Instituto Ramiro de Maeztu, al principio con Vicente Ruiz Argilés y luego con Rafael Laborde al frente (éste también como jugador–entrenador), y con Díaz Miguel, Abréu, Garrido, Perea, Salaverría, Leopoldo Codina, Gallego y Olivares, además del Preston, estadounidense afincado en la base aérea de Torrejón.

Campeón por basket-average. Tras esos meses de preparativos deportivos y logísticos, la primera Liga arrancó el 31 de marzo de 1957.

Para facilitar aún más el desarrollo de la competición y reducir los costes, se estableció que los equipos se desplazaran de dos en dos de Barcelona a Madrid y viceversa, de modo que en cada desplazamiento se disputaran dos jornadas. Los dos equipos madrileños viajaron juntos, los catalanes se repartieron en dos ‘grupos’: CF Barcelona y Juventud por un lado, Aismalibar y Orillo Verde por otro.

Con esta fórmula, la primera Liga, en la que cada equipo jugó 10 partidos –cinco en Barcelona y otros cinco en Madrid- se celebró en apenas un mes y medio, en los fines de semana entre el 31 de marzo y el 19 de mayo de 1957. Todos los partidos se jugaron en sólo dos pistas: en Barcelona en el nuevo Palacio de los Deportes de Montjuic y en Madrid en el Frontón Fiesta Alegre. Pabellones cubiertos, duchas con agua caliente… Y el público respondió.

En lo económico, con un presupuesto de partida de casi 290.000 pesetas de la época y unos gastos de 250.000, al finalizar la competición se certificó un beneficio de unas 40.000 pesetas, que se repartieron entre los clubs participantes en función de su clasificación final.

Y en lo deportivo también se consiguió el éxito. Los partidos que abrieron la historia fueron Aismalibar-Barcelona y Joventut-Orillo Verde en Barcelona, y Real Madrid-Estudiantes en Madrid. En total se jugaron 30 partidos en menos de dos meses.

Los resultados llevaron a la última jornada a un partido decisivo en Barcelona entre CF Barcelona y Real Madrid. Lo ganaron los azulgranas pero por una ventaja insuficiente (60-50) para superar el resultado del partido de la primera vuelta (73-55), de modo que madridistas y barcelonistas acabaron con el mismo balance de 7 victorias y 3 derrotas y el título se decidió por basket-average en favor del Real Madrid por 8 puntos de diferencia. Por detrás de los dos primeros se situaron en la clasificación final Orillo Verde (6-4), Aismalíbar (5-5), Estudiantes (3-7) y Juventud (2-8).

El pívot del Real Madrid Alfonso Martínez, quien con su 1,92 de estatura fue uno de los más altos de la competición, se convirtió en el máximo anotador del campeonato con 180 puntos, seguido por Oller (Orillo Verde), Hernández (Real Madrid), Bonareu (FC Barcelona) y Codina (Estudiantes).

Los cuatro primeros de la primera Liga se clasificaron para la fase final de la Copa del Generalísimo, que ese año se llevó hasta Vigo, con el fin de semana del 14 y el 15 de junio como fechas para la competición en la pista del Club de Campo, a la que acudieron muchos aficionados y curiosos… Y en la que el Real Madrid consiguió vencer, derrotando en la final al Aismalibar de Kucharski por 54-50: el primer ‘doblete’ de la historia de baloncesto español.

El éxito de aquella primera Liga tuvo efectos inmediatos. En la segunda edición el número de clubs participantes casi se dobló (diez), aunque todavía sólo catalanes y madrileños. Fue en la temporada 1958-59, ya con doce equipos en liza, cuando a ellos se sumaron uno aragonés (el Iberia de Zaragoza) y otro vizcaíno (el Aguilas de Bilbao). La Liga Española era ya más que una realidad.

Con el apoyo de los aficionados.

Y así la valoró en un artículo de opinión el periódico barcelonés Barcelona Deportiva, que reprodujo la FEB en la edición de junio de 1957 de su revista Baloncesto:

"Ayer se clausuró en el Palacio de Deportes de Montjuich la I Liga Nacional de Baloncesto. Cuantos estuvimos en el bello recinto y vimos a los miles de aficionados vibrar al conjuro de los más sugestivos matices por las evoluciones afortunadas o desgraciadas de sus favoritos, pudimos comprobar y convencernos de que la I Liga Nacional que ha instituido la Federación Española ha desembocado en un éxito total e incontestable.

Porque es evidente que en el aspecto meramente deportivo, en el de la evolución del juego, todos los equipos han rivalizado en equilibrio e incertidumbre; mas, con todo ello, lo que ha salido beneficiado ha sido el índice de efectividad y el estilo cada día mayor del nivel progresivo de nuestros equipos (…) Felicitemos al vencedor, esta vez al Madrid, porque lo merece como todo ganador en buena lid. Pero felicitemos a todos los participantes porque ha sido tan exigua la distancia entre todos ellos en valores humanos, que para nosotros no existe diferencia alguna entre el primero y el último (…) Hemos visto baloncesto de calidad, de pugna, de inciertos desenlaces (…) El éxito de público, el económico de la bolsa común para proteger a los menos dotados, es otra cuestión de la que hay que congratularse y felicitar de nuevo, con mayor motivo si cabe, a esa Comisión de Organizaciones Internacionales de la Federación Española de Baloncesto, que ha podido, con el apoyo de los aficionados, llegar a buen puerto conducida por experto piloto".

De modo que la segunda edición de la Liga estaba lista para arrancar apenas unos meses después del exitoso primer paso.