BASKONIA 66 - BARCELONA 95

El Barça arranca a toda máquina

Exhibición del equipo de Xavi Pascual, que jugará su decimoséptima final seguida en competiciones domésticas. El Baskonia, superado en todo desde el salto inicial.

0

ACB

El Baskonia se sacó tres pasaportes Cotonou de la manga pero lo único que sacó en claro de su fugaz, en realidad inerte, paso por la Supercopa es que la cacareada refundación será larga y será dura. Septiembre no reparte notas, sólo apunta tendencias. Eso, los meses por delante, es el gran activo de un equipo que todavía no es un equipo y que fue un vulgar sparring para un Barcelona también en pretemporada pero de talla majestuosa. Mundos distintos entre dos equipos que se miraban a los ojos hace no tanto. Eso ha cambiado: la última vez que el Barcelona pasó por Vitoria, en cuartos de Liga Endesa, ganó 71-95. Hace un año, también en semifinales de la Supercopa y también con los dos en pleno rodaje, ganó 73-98. Esta vez, 66-95. Entonces, 63-111 en valoración; Ahora: 56-114.

Es septiembre pero la sensación evidente es que donde acaba el Baskonia todavía no ha empezado el Barcelona. El equipo vitoriano mejorará, debería hacerlo, pero difícilmente se acercará lo suficiente a un rival con otras miras, otras posibilidades y otros objetivos. Lo dicho: hoy por hoy, mundos distintos. El peor visitante para abrir tu casa tras un parón veraniego de reforma casi integral, el Barça se cebó sobre un grupo de jugadores deshilachados, incapaces de producir con fluidez en cinco contra cinco y con unas lagunas abismales en defensa. Sin ayudas, sin fundamentos colectivos y sin concentración. Del 56 de valoración total, 42 lo pusieron Heurtel y San Emeterio, al menos un rescoldo de aquel temible carácter Baskonia. Los nuevos fueron un disparate más allá del maquillaje final de Bertans: 1/6 en tiros Iverson, 2/14 Gomes, 3/12 Johnson: -5 de valoración entre los tres, jugadores de físico y uno contra uno, un estilo arriesgado y peliagudo cuando no sobra el talento y no acompañan pívots de primer nivel.

Contra este Baskonia en fase de andamiaje, en el que Crespi tiene que echar todas las horas de todos los días, se paseó un Barcelona que sigue siendo sinónimo de proyecto, un martillo pilón en lo competitivo que jugará ante el Real Madrid su decimoséptima final consecutiva en competición doméstica: todas desde la Copa 2009. Y en totales ocho finales seguidas de Liga, cinco de Copa y otras tantas de Supercopa. Infalible y a la espera del Real Madrid en un duelo que se perpetúa (la bipolaridad era esto) y que enviará más señales sobre su estado de revista actual.

Este Barcelona es el de más talento ofensivo de los últimos años. Le queda ensamblar la rotación y los roles y aprender a sortear en defensa la purga de jugadores de perfil Pascual: Sada, Papanikolaou, Dorsey… Con un ritmo de ataque muy alto a partir de una plantilla inacabable y muy rejuvenecida, feliz a campo abierto y de gatillo fácil. Con Satoransky robándole el foco a Marcelinho, Abrines derribando definitivamente la puerta y Hezonja pidiendo paso. Un toque de hermosa revolución que se complementa con las musas de Navarro (cuatro triples en el tercer cuarto, de repente) y el pegamento inteligente de Oleson. La primera foto de la temporada, que casi es la última de la pretemporada, sólo afeó a un Thomas negado y demasiado ansioso y a un Nachbar al que, en su ciclotimia habitual le tocaba día malo. Doellman firmó un arranque de partido asombroso, aprovechando cada pulgada de pista que le ganan dos referencias interiores gigantescas: Tomic o Pleiss, Tomic y Pleiss.

A las puertas de la temporada, nada es lo que parece pero lo que parece puede (y muchas veces suele) acabar siendo. A Baskonia y Barcelona les queda ensamblarse pero lo tienen que hacer desde lugares muy distintos y con mimbres totalmente diferentes. Uno apenas ha comenzado a refundarse, el otro vive en un proyecto eterno que va de final en final: 17 seguidas en España, casi todas (últimamente todas) ante el Real Madrid.